sábado, 16 de mayo de 2009

Antonio Vega y Su Nana

Entrañable y emotivo encuentro del que se hizo eco el pasado 13 de mayo (1 día después de su fallecimiento) el periódico asturiano La Nueva España entre Antonio Vega y su "nana". Una historia que desconocía y que ahora tras su despedida cobra mayor sentido.


Araceli, la «nana pop» avilesina
Una vecina de Versalles cuidó de Antonio Vega y de sus hermanos durante más de veinte años, en los que fue testigo de su temprana vocación musical
Oviedo / Avilés,

Ch. NEIRA / S. F.

El concierto del 4 de febrero de 2006 en la Casa de Cultura de Avilés no fue el último que ofreció Antonio Vega en Asturias. Luego pasaría por el Filarmónica y en el pasado año actuó dos veces en Oviedo. Pero aquel recital tuvo algo más. Era la primera vez en más de veinte años que Antonio Vega volvía a Avilés y hubo reencuentros. Uno, quizás esperado, con el músico y periodista Tete Bonilla, que conservaba desde los ochenta y de la época en que «La Banda del Tren» bajaba a maquetar a Madrid una amistad sincera y mantenida a lo largo de los años. El otro, inesperado para el músico, salió del barrio de Versalles y por un momento le dio la vida. Antonio, cada vez más cabizbajo y retraído en los últimos años, bajó al camerino tras el concierto de la Casa de Cultura y la cara se le cambió al ver a Araceli Rubio Vázquez. «¡Araceli!, ¿qué haces tú aquí?». «Es que yo vivo aquí». Y se fundieron en un abrazo, en lágrimas, y se contaron mucho.
Araceli Rubio fue la niñera de Antonio Vega desde que el músico tenía 5 años y siguió en la casa de los padres, «la casa del doctor Vega», durante treinta años. Todavía en la actualidad sigue viajando a celebrar con toda la familia los aniversarios, las fechas importantes. Ayer, derrumbada, se decía a sí misma que por un tiempo no bajará. «No, ahora están destrozados». También ella, conmovida hasta el alma ante una noticia que no por anunciada tantas veces podía quitarle los recuerdos del niño que vio crecer: «Lo crie, lo cuidé de pequeñito, un chaval tan bueno, un genio, y no porque lo diga yo, pero valía mucho y era una buena persona», se lamentaba ayer Araceli Rubio desde su casa en Versalles, donde regresó hace ya unos cuantos años.

La niñera del genio del pop español entró en casa cuando eran ya seis hermanos. Y siempre lamentó la debilidad y las enfermedades del músico. En el emotivo encuentro en el que se volvieron a ver en los camerinos de la Casa de Cultura de Avilés, en aquel mes de febrero de 2006, le tocaba la cara una y otra vez y lo reñía: «Antonio, ¡qué flaco estás! Tienes que comer más».

Entre los llantos Araceli es capaz de recordar los días felices del paso de la infancia a la juventud, cuando Antonio Vega empezaba con la música. «La "Chica de ayer" la compuso cuando yo estaba ahí», explicaba ayer Araceli. «Vivíamos en una urbanización cerca de Barajas, y él andaba todo el rato del jardín, donde la piscina, para arriba, escribiendo unas letritas. Yo le pregunté: "¿Qué haces, Antonio?". Y me dijo: "Mira, Araceli, que te voy a cantar"». Era la «Chica de ayer», o alguna de sus estrofas, porque Araceli le aplaudió la canción y Antonio Vega le dijo que no, que no estaba terminada. Y siguió en el jardín, escribiendo. Y al poco volvía a cantarle otra estrofa.
También conoció Araceli los primeros años de «Nacha Pop», y vio cómo los padres de Antonio Vega no acababan de comprender todo aquello. «Iban a los conciertos y venían desorientadísimos, porque no estaban acostumbrados a la música y a todo eso, que fue la movida de los ochenta y que nos cambió la vida a todos». Luego llegan los años malos. Los años de Antonio Vega perdiéndose. «Mira, una de sus chicas, Marga, lo vimos con ella en un aniversario de boda de los padres. La madre dijo que igual no venía, pero al final apareció con ella. Yo la cogí en un aparte y le pedí que me lo cuidara. "Tranquila, de esto lo saco yo", me dijo. Y fíjate, la pobre no pudo. Se murió antes que él».

Vuelve de vez en vez Araceli a romper en llanto. Y no para de repetir lo bueno que era ese niño al que crió, al que vio nacer, al que quería con toda el alma. Le queda el consuelo, eso lo admite, de que las canciones inmortales que compuso seguirán ganando oyentes y manteniendo viva su memoria durante muchos años. No quiere recordarlo enfermo y cabizbajo. «No, Antonio siempre se reía mucho conmigo, siempre estaba de buen humor». Ése era su niño.

1 comentario:

Mirimiau22 dijo...

simplemente precioso..