martes, 1 de diciembre de 2009

Motes de profesores


Animado por la entrada de motes escolares de Roberto Moso paso a enumerar una selección de los que recuerdo:

AL TAPONE: este no era un profesor sino un padre de dos alumnos que ejerció durante varios años de presidente de la sección de baloncesto del colegio. Su estatura no era muy elevada de ahí el sobrenombre. A su carro le llamábamos "El Coche Fantástico" ya que "aparentemente" no lo conducía nadie.

LA PELLEJO: profesora de inglés de una edad indeterminada que tenía la cara extremadamente arrugada. Su carácter era igual de seco que su aspecto. Tal vez se metió demasiado en el papel "inglés". Visto ahora con perspectiva debía ser un mecanismo de autodefensa para mantener a raya a la jauría de salvajes que conformábamos. A veces se le notaba que tenía su corazoncito.

LA CUERVO: su cara de asco y su pereza habitual hacia la docencia quizá le hizo ser merecedora del apodo ya que tampoco tenía un parecido con ese ave de mal agüero. Sus prominentes glándulas mamarias a menudo no servían ni para superar sus soporíferas clases. Vaga y fumadora, su compañero de fatigas era otro profesor igual de vividor y fumador (en pipa) que ella. Siendo justo, hay que decir a su favor que también despertó los instintos más primarios entre los adolescentes más hormonalmente alterados.

BUHO: un cura que nos dio historia de la música en 1º de BUP y que tenía menos expresión facial que el Rockefeller del Moreno. Su nariz curva y su cráneo podrían servir de molde para clonar a ese ave rapaz nocturna. Un tipo con el que aprendimos varias cosas: lo que es la siesta (provocados por la tortura de sus audiciones después de comer), y que la "CHE" en aleman se pronuncia como "JOTA" (Baj y no Bach). Tenía un lápiz diminuto que sacaba de un bolsillo (también diminuto) de su pantalón cuando alguien la armaba y con el que nadie sabía qué cojones apuntaba. En una de esas audiciones también consiguió, entre ostensibles signos de desaprobación por su parte, que pusierámos letra ("Averell Cabezón") y cantáramos algún vals dedicado a uno de los alumnos más repulsivos del curso.

CARACOLILLO: pequeñito maestro con aire afeminado que tenía por costumbre retorcer las orejas con ese peculiar estilo. El dolor que producía era mayor que la tortura standard. No se distinguía si su pelo lo tenía engominado o era una capa de grasa uniforme. Su agresiva fijación con las orejas era por una homosexualidad encubierta (estaba casado) o porque se quedó en una etapa infantil que Freud no identificó?

PATATA: profesor de filosofía (y cura) con cabeza en forma de tubérculo. Su voz pausada y susurrante se tornaba en grito descontrolado cuando le conseguíamos sacar de sus casillas. Sus clases eran tan aburridas que pocas veces era necesario hacerlo. Sólo se atrevía a decir dos palabras: "Basta Ya". Escribió un libro que siempre lo llevaba de paseo para fardar. Se convirtió en un ferviente defensor de la sofrología tras un "accidente ferroviario". Contaban las malas lenguas que al intentar llegar a coger un tren en marcha se le acabó el andén de la estación y dio con sus huesos violentamente contra el suelo. La sofrolización le ayudó a superar los dolores provocados por el "andén interruptus".

AMPERIO: un hermano cura, alto y cabezón, que se dedicaba a darnos algo tan indeterminado como la pretecnología. Era el tuerto en el país de los ciegos. En una época en la que nadie sabía nada de "aparatos", su torpe sabiduría le hizo acreedor al mote. Con él supimos hacer los primeros programas informáticos en 8º de EGB con su inglés de CCC: pronunciaba el GOTO y RUN tal cual con acento vasco de Uretamendi (donde vivía). Parecía que estas instrucciones nos las decía a nosotros en vez de al ordenador. También tenía cierta querencia hacia el toqueteo de rabadillas el muy cerdo.



GARBANCITO: otro hermano cura, bajito y moreno todo el año (cuando no existían solariums) que al ser tan poca cosa se quedó con ese mote que pasaba de generación en generación. Era el principal impulsor del día del DOMUND fomentando las adopciones de esas huchas de negritos, cuyo dinero decían que iba a un lugar llamado GUJERAT (seguro que no existe y que fue todo una invención).

4 comentarios:

Bruno Pekín dijo...

Se me han humedecido los lacrimales al ver esas huchas de Garbancito. En mi penitenciario solo estaban la del negro y la del chino; sabiamente el cura dividía a la clase en dos y establecía una competencia para ver quien recaudaba más pesetillas. Por supuesto, picábamos de lleno.
Pd. Muy divertido el post. Tienes una memoria de elefante, tío.

El Conde de MonteCristo dijo...

Pues he hecho selección y todo. Me he dejado unos cuantos, tal vez para la segunda parte.
Ostia, me has hecho recordar lo de la competición, lo tenía olvidado. A nosotros nos lo hacían por clases, y había un gráfico semanal (como un termómetro) en el que se veía la clasificación. No sabían nada los curas.

El tío Goyo dijo...

Sr. Conde, efectivamente, ese gran manograsa vigilando el patio,..., ¡¡¡la pellejo!!!, se me había ovidado esa grandisima mujer,...

saludos

El Conde de MonteCristo dijo...

Manograsa va para la segunda parte (aunque no era profesor) y todo su séquito. Durante años tuvieron el monopolio del colegio: la tienda, el patio, los vestuarios....